En ese momento, todo estalló. El público del estadio se levantaba de sus asientos, conmocionado y ovacionando la proeza del jugador de Mahón, tal y como hacíamos los espectadores que teníamos que conformarnos con ver la final desde nuestras casas. Mientras tanto, en la pista, el equipo madridista al completo abrazaba a su compañero, que reía feliz, sin creerse del todo lo que acababa de pasar. Durante esos minutos de euforia el rival, el FC Barcelona, observaba la escena, sus jugadores desolados. Habían tenido la victoria al alcance de la mano, pero Sergio Rodríguez había avistado a su tocayo, solo en una esquina tras un error de la defensa blaugrana, y el resto ya formaba parte de la historia del baloncesto español.
El Real Madrid de Baloncesto conseguía así su 24ª Copa del Rey después de un partido muy igualado de principio a fin. El Barcelona lograba ponerse por delante a falta de ocho segundos para el final tras un 2+1 de Bourousis sobre Brad Oleson, que anotaba el tiro libre adicional y dejaba el marcador en 76-75. Pablo Laso decidió no pedir tiempo muerto y dejarlo todo en manos de Sergio Rodriguez, quien recorrió la pista como un rayo, buscando la más mínima grieta en la defensa culé para hacerse con el premio. De repente, vio a Sergio Llull de reojo y no se lo pensó: le entregó el balón y su compañero lanzó sin dudar. Algo le decía al Chacho que ese balón entraría. Y tenía razón.
Después de una temporada para enmarcar, llena de récords superados, un juego maravilloso y de asombrar a todo aquel que los observara, los blancos se hacían con el primer título importante de la temporada (a pesar de que también habían conseguido la Supercopa). Felipe Reyes alzó la Copa del Rey al cielo de Málaga, Rudy y Llull se turnaban para subirse a los hombros de Mejri para cortar las redes de las canastas, Carroll celebraba el título con sus hijas en brazos, los hijos de Darden bailaban, Draper y Slaughter saludaban a los aficionados madridistas...todo era una fiesta. Emocionó especialmente el abrazo entre Llull y Mirotic. El menorquín repetía una y otra vez "¡siempre las fallaba!", mientras el montenegrino le daba las gracias sin palabras, como si intuyera que ese año abandonaría España para embarcarse en la aventura NBA.
El título suponía una inyección de ánimo y adrenalina para los hombres de Pablo Laso, un incentivo para seguir trabajando y dar más alegrías a la afición. Meses después la temporada terminaría de forma completamente diferente, pero en esos instantes posteriores a una victoria gloriosa, nadie pensaba en la Euroliga o en los playoff de la Liga Endesa. Sergio Llull resumió con cinco palabras lo que sentíamos todos los madridistas, cinco palabras que le dedicó a Florentino Pérez cuando el presidente bajó a hablar con sus jugadores: "Menos mal que ha entrado".
@Jenni231991
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